01. Cuando no sabes hacia dónde se dirige la vida.
Estás en el metro, sentado frente a una de la grandes ventanas. Pasan los árboles, aves, edificios y te preguntas si te mueves con ellos o estás detenido.
Muchas veces me he encontrado sentada en algún lugar y miro hacia la nada. Puedo quedarme con la mirada fija por varios minutos, muy quieta. Tengo la mente en blanco, usualmente en situaciones así no pienso. Podría parecer un descanso mental, pero en realidad una vez que despiertas de ese estado te sientes agitado. No sabes qué estás haciendo. Estuviste minutos, sin saber cuántos, estático con la mirada perdida mientras el mundo se movía. El barista sigue haciendo cafés, la gente sigue sentada haciendo reuniones, las parejas se ríen, el sonido de las máquinas jamás dejaron de sonar y trabajar; miras tu teléfono y tienes una llamada perdida de un número desconocido. No lo escuchaste porque estaba en silencio y su vibración no la notaste.
El mundo se mueve y no sabes si te mueves con él. Te entran ganas de irte corriendo pero no sabes hacia donde. Quieres desaparecer por un momento pero no puedes, tu materialidad te condena a ser siempre visto. Tu corazón comienza a latir más rápido, no sabes qué estás haciendo. Tus acciones dejan de cobrar sentido, el café que pediste para hacerte entrar en estado de placidez se enfrió. Sientes una nube por encima tuyo; el sol está afuera e ilumina las calles. No sientes su calor. Bajas la cabeza para entender el estado en el que estás, pero mientras más piensas, menos entiendes. La verdad es que nunca entendiste nada, finges entender. Le mientes a los demás hablando sobre tus proyectos pero ni siquiera sabes si tienen sentido o si realmente los harás. ¿Qué es un sueño? ¿Qué es una meta? ¿Qué es un propósito? ¿Qué es actuar y por qué tenemos siempre que estar actuando? ¿Actuar con un telón o actuar por imitación? Te angustia el encierro del lugar, así que te paras y te vas.
Sales a las calles y hay miles de caras, las miras todas pero no recuerdas ninguna. Te miran pero después de olvidan. Hay bebés llorando, perros paseando con sus dueños, una banda musical tocando en la esquina intentando recaudar dinero, un vendedor de tienda con un micrófono llamando a la gente para que se acerque a ver sus nuevas novedades, un payaso contando chistes con voz de pito, grupos de amigos sacándose fotos, palomas comiendo restos de comida en toda la avenida. ¿Eres parte de esta masa o eres ajeno a él? Sigues caminando y las escenas se repiten; te mueves y al mismo tiempo no. Estás en un escenario donde los personajes son los mismos, sólo las personas que los representan cambian. Entras a un negocio porque te dio hambre; compras un sándwich, pagas y te vas. Recuerdas que esto lo haces casi todos los días; estás repitiendo acciones y se te perdió la cuenta. Vives repitiendo palabras, sonidos, movimientos, pensamientos, rutinas, caminatas y por un momento se te olvidó que llevas toda la vida haciendo lo mismo; estás más viejo y sigues haciendo lo mismo. Rompes relaciones, quiebras un vaso, lees un nuevo libro, conoces más personas, te despides de más personas, lloras por la noche, tomas el transporte público a la misma hora, miras el sol esconderse en el mismo lugar, despiertas con la alarma que configuraste hace meses atrás. Admiras estos detalles y el tiempo ya no existe, pero sigues viendo a todos todavía moverse. Todos hacen las mismas cosas una y otra vez, igual que tú; sabes que el día y la noche siempre existirán y las estaciones siempre nos darán cambios. Piensas esto mientras caminas por la calle donde una vez viviste con tus padres cuando tenías cinco años. Todo está igual.
Te detienes. El sol se está poniendo. Estás parado en la vereda; sigue moviéndose todo. Todavía no entiendes qué está pasando. Nada tiene sentido. Nada, nada, nada, nada, nada. Ni tus pasiones, ni tus gustos, ni lo que querías hacer mañana, ni tu trabajo, ni tus amistades, ni tu familia. Nada. Vivimos para ser felices pero ni la felicidad se puede alcanzar, no nos lo permiten. Tenemos que responder a diferentes estándares para llegar a la supuesta felicidad que todos dicen, pero la nuestra nunca nos calza; la felicidad que creemos nuestra ni siquiera está hecha a nuestra medida. Haces lo mismo que todo el mundo pero todo carece de relevancia; la importancia impuesta se perdió.
Sigues caminando, imitando a los demás que caminan. Piensas. Analizas todas tus decisiones pasadas intentando encontrar originalidad, algún rastro que tenga tu nombre y que te pertenezca. Nada. Todo lo que alguna vez hiciste no lleva tu nombre, lleva el nombre de la humanidad. Alguna vez pensaste lo mismo que tus antepasados, o lo mismo que alguna persona siglos atrás pensó durante un paseo por su jardín. No logras encontrar la raíz de tu persona, no sabes hacia dónde se dirigen tus ramas ni de dónde provienen tus semillas. No tienes a alguien que te diga quién eres, qué tienes que ser (no quién) y por qué estas sensaciones no te dejan en paz. Quieres encontrar al culpable que dejó estos pensamientos en ti pero probablemente no existe.
Caminas sin rumbo fijo, pero probablemente te irás a tu casa. El único punto de origen que da inicio a la falsa tranquilidad.
Gran prosa de tu parte, me gustaria mucho seguir leyendo más de lo que publicas.
Me he sentido tan identificada. Aveces me siento tan perdida, como si los demás entendieran algo que yo no logro captar. Veo como tienen planes, cuando yo no logro ni decidir que comer en el almuerzo. Y me siento más perdida y al mismo tiempo tan culpable por sentirme así. Y sé que la vida es un camino incierto para todos, pero me gustaría aunque sea poder fingir que sé lo que hago.